Leer como deporte
Leer libros o no leer, ésa es la cuestión. Por que leer, de hecho, la gente lee. Se pasa el día leyendo en las redes sociales y en WhatsApp. Pero, excepto una parte de la sociedad, hay un enorme porcentaje de gente que no lee nunca o casi nunca un libro. Lo cual es un verdadero drama porque los libros enriquecen como nada más lo hace.
La lectura de libros debería ser un deporte diario, así como la búsqueda activa de libros que nos gusten para leer. No se entiende que con miles de títulos disponibles, haya tanta gente que sea incapaz de abrir un libro y ponerse a leer. ¿Tanta pereza les da? ¿Tan vagos son que ni de leer son capaces? ¿Tan limitado es su intelecto que no pueden asimilar un libro? ¿Tan listos que ya se lo saben todo?
Cada día admiro más a la gente que lee, que practica este deporte de la lectura con avidez, sobre todo a quienes son capaces de mantener la curiosidad insaciable de leer sin prejuicios toda clase de libros. Esos lectores intrépidos que lo mismo se meten una novela de Alan LeMay que una de Tom Wolfe, capaces de leer a Philipp Meyer o a Nelson DeMille, esos lectores que recuperan a Dickens, Mellville o Steinbeck, que no se pierden una de Stephen King, John Grisham y Craig Johnson.
Los lectores todoterreno que practican el deporte de la lectura deberían ser especie protegida en vías de extinción. Los puedes ver en un parque devorando el último éxito de Nicholas Sparks, gastando el tiempo en la cafetería con un ejemplar de James Ellroy, en la librería con otra novela de Cormac McCarthy, o en el autobús mientras se pierden en el universo de Don Winslow.
Leer aporta un conocimiento que no se compra ni se adquiere de otra manera. Lo puede hacer cualquiera, pero le apuesto a que un tercio o más de los que leen este artículo no será capaz de leer más de una decena de libros al año. Muchos ni siquiera habrán leído a Robert Ludlum, James Jones, Norman Mailer o John Williams. No se habrán deleitado con las palabras de Mark Twain, Raymond Chandler, Elmore Leonard, Jack Schaefer, o George R.R. Martin. Ni siquiera habrán aprovechado una tarde y una noche leyendo a James Patterson con frenesí.
Por supuesto, sólo un lector experimentado, ávido de páginas nuevas y apasionantes, que lea como si de un deporte de riesgo se tratara, deseoso de experimentar nuevas sensaciones y emociones, se adentrará en las novelas de un tal James Nava, al que tengo el gusto de conocer muy bien.
Hay muchas razones para leer, para empezar a leer libros o para seguir leyendo nuevos libros, y releyendo libros ya leídos: es una de las claves del éxito, proporciona placer, entretenimiento, ocio a precios asequibles, conocimientos y emociones incomparables. No hay razones para no leer, sólo excusas. Leer es importante, probablemente el segundo o tercer deporte más interesante y estimulante que podemos hacer. Leer es renacer, refugiarse, vivir, enriquecerse y educarse; es compartir, experimentar y descubrir; es un legado que moldea a quien lee. Leer es conocer otros mundos, experiencias y personajes. Y, sí, leer es un placer que nos hace más libres y más felices.