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La amenaza terrorista continúa


Cuando se cumple el mes próximo el octavo aniversario de los ataques terroristas del 11/S resulta evidente que la amenaza sigue estando latente y no podemos descuidarnos en absoluto.
La operación del FBI en la última semana del mes de julio, que llevó a la detención de un grupo de siete personas que planeaban ataques terroristas en Kosovo, Jordania o la Franja de Gaza, entre otros lugares, es un recordatorio amargo de que esa amenaza
sigue siendo real y preocupante.
Los detenidos, un padre, sus dos hijos, y cuatro hombres más, fueron arrestados en su casa, a las afueras de Raleigh, en North Carolina, lo que señala que ningún lugar está libre de la amenaza y que cualquier sitio sirve a los propósitos integristas. Todos ellos, partidarios de la guerra santa (yihad), pese a ser norteamericanos, y con un entrenamiento militar activo, apunta a un fenómeno preocupante. La penetración de la ideología radical en muchos norteamericanos proclives a ser manipulados por las diatribas islamistas.

El padre, Daniel Patrick Boyd, de 39 años, que era trabajador de la construcción, estuvo en los 80 y los 90 en Afganistán y Paquistán, donde recibió entrenamiento militar en campos terroristas, además de combatir a los soviéticos.
Los otros acusados son los hijos de Boyd, Zakariya (20 años) y Dylan (22 años), además de Anes Subasic (33 años), Mohammad Omar Aly Hassan (22años), Ziyad Yaghi (21 años) y Hysen Sherifi (24 años). Todos son estadounidenses, salvo Sherifi, nacido en Kosovo y residente legal en EE.UU.
Los siete han sido acusados de ofrecer dinero y material de apoyo a terroristas y asociación delictiva para asesinar, secuestrar, mutilar y herir a personas en el extranjero. Un octavo sospechoso, Jude Kenan Mohammad, un estadounidense de 20 años, que viajó a Paquistán en 2008, está siendo buscado, y podría encontrarse en ese país.

Lo preocupante de estas células independientes, inspiradas por Al Qaeda, es que son capaces de recaudar dinero, captar adeptos, entrenarse, y planificar ataques terroristas, sin despertar apenas alarma, pero con un potencial dañino enorme.
Prueba de ello es el arsenal que les fue incautado a este grupo, en el que había rifles y balas capaces de penetrar kevlar, además de preparar ataques contra objetivos de gran simbolismo.

El fenómeno de ciudadanos norteamericanos u occidentales que reciben entrenamiento o combaten con grupos terroristas en el extranjero y después regresan a Estados Unidos y actúan en la órbita de Al Qaeda, bien controlados directamente o inspirados por ellos, no es nuevo y va en crecimiento. Recordemos el caso de John Walker Lindh, conocido como el “Talibán americano”, que combatió junto a los Talibán en Afganistán, José Padilla, colaborador de Al Qaeda, el de Bryant Neal Viñas, de 26 años, convertido al Islam, y conocido como Bashir “el americano”, capturado en noviembre de 2008 y acusado de disparar morteros contra una base norteamericana en Afganistán en septiembre de ese año, y de planear un ataque contra el ferrocarril de cercanías en Rhode Island. O el de Ahmed Omar Abu Alí, hijo de jordano y criado en Fulls Church, Virginia, condenado a cadena perpetua por conspirar para matar al ex Presidente George W. Bush y asociación con Al Qaeda.

O el del estudiante del Tecnológico de Georgia, Syed Haris Ahmed, de 24 años, acusado de complot para dar ayuda material a terroristas en Estados Unidos y en el extranjero, con la grabación de vídeos de lugares estratégicos en Washington D.C. y alrededores.
También son significativos los casos de una veintena de jóvenes de origen somalí, desaparecidos en los últimos meses, probablemente para ir a combatir en la milicia Al Shabaab, brazo de Al Qaeda en Somalia, y el caso de los “Seis de Liberty City” (Patrick Abraham, Burson Augustin, Rotschild Augustine, Stanley Grant Phanor, y Lyglenson Lemorin), liderados por Narseal Batiste, de 35 años, todos ellos haitianos o de origen haitiano, residentes en el barrio Liberty City, de Miami, acusados y condenados por conspiración con Al Qaeda para cometer ataques en Estados Unidos, contra la Torre Sears de Chicago y dinamitar oficinas del FBI, entre otros objetivos.
No es en absoluto descabellado que grupos radicales de islamistas norteamericanos o de la propia Al Qaeda lleven a cabo ataques terroristas alrededor del mundo, o en el interior de Estados Unidos o Europa. Sabemos que lo están intentando activamente. Prueba de ello es el recién abortado ataque en Australia, que preparaban terroristas de origen somalí y libanés (Saney Edow Aweyz, Abidrahman Ahmed, Nayef el Sayed, Wissan Mahmood Fatal, y Yacqub Khayre), ligados a Al Shabaab y Al Qaeda, contra una base del ejército.
La enorme influencia ideológica del radicalismo islamista se ha demostrado de una peligrosidad letal para las sociedades occidentales, en las que viven millones de musulmanes. La inmensa mayoría son ciudadanos ejemplares, que conviven pacíficamente, pero sólo se necesita una minoría fanática para perpetrar el próximo ataque que nos haga temblar de rabia. Y esa minoría existe y está en las sociedades occidentales.
Ser conscientes de la amenaza y de las medidas a adoptar, es el primer paso para que eso nunca vuelva a suceder.




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