Trump, el Rusiagate y las mentiras demócratas
Estados Unidos ha celebrado el colapso de la gran mentira del Partido Demócrata sobre el Rusiagate. Trump y sus votantes han sido reivindicados tras dos años de investigaciones con motivos políticos. La conclusión del informe Mueller fue la esperada: no hubo colusión entre la campaña de Trump y Rusia. El juicio político que pretendían los demócratas ha muerto y se les ha vuelto en contra.
La victoria del presidente Trump ha sido total y absoluta. Ni colusión, ni obstrucción ni nada de nada. Una victoria que deja a los demócratas desnudos de argumentos y hundidos en sus propias mentiras. Para Trump, sus votantes y para el país, se trata de una victoria dulce importante. Los resultados de la investigación realizada por Robert Mueller son una tremenda reivindicación para el presidente Trump y los millones de estadounidenses que nunca dudaron de su inocencia. Los hallazgos demuestran, de una vez por todas, que ganó las elecciones de 2016 en justa contienda electoral frente a una Hillary Clinton que sí conspiró y actuó de manera ilícita, con ayuda de Obama, para derrotar al candidato republicano.
Según Mueller, después de realizar la prueba más exhaustiva de integridad electoral, llegó a esta conclusión: «El Fiscal Especial no encontró que ninguna persona estadounidense, oficial de la campaña de Trump o asociado, conspirara o a sabiendas o coordinara con los rusos a pesar de las múltiples ofertas de Rusia”. Ningún estadounidense, ni uno solo, picó el anzuelo ruso. Y eso incluye a todos los miembros de la campaña Trump.
Los medios progres y sus periodistas de pacotilla, que se han pasado dos años mintiendo de forma descarada, deberían estar pidiendo perdón por esta enorme cagada y esta manipulación burda de la realidad. Por dignidad y decencia periodística. Ahora, se entienden mucho mejor las palabras de Trump cuando les llama los enemigos del pueblo. Lo son.
Trump ha permitido una investigación exhaustiva aun a sabiendas de que estaba llena de trampas y era una caza de brujas en toda regla. El resultado, que lo exonera de toda culpa, es un hecho digno de celebración, ya que muestra que la democracia estadounidense es fuerte y nuestras instituciones sólidas. Trump ha fortalecido la institución de la presidencia, pero no es algo que escuche o lea a los plumillas que vociferan contra el presidente como nenazas lloronas que no se salen con la suya.
Por si todo esto fuera poco, otras implicaciones de los hallazgos del informe también son de enorme trascendencia. Ahora hemos confirmado que Hillary Clinton y sus partidarios engañaron al país al afirmar que la Casa Blanca le fue robada. Comenzó el engaño con Rusia, y sus afirmaciones, ayudada por la Casa Blanca de Obama y magnificada por unos medios de comunicación completamente partidistas, que puso en marcha una caza de brujas salvaje.
La persecución trató de socavar a un presidente legal y justamente electo, y costó a los contribuyentes más de 30 millones de dólares para una investigación, con motivaciones políticas, que probó que las acusaciones eran totalmente falsas. Las encuestas reflejan que los estadounidenses no creyeron esta trama demócrata y saben que el propósito era derribar al presidente de una forma ilegal y engañosa.
La idea de envolver la presidencia de Trump en una nube de ilegitimidad y conspiraciones rusas, le ha salido el tiro por la culata al Partido Demócrata. La investigación ha probado que el gabinete de Trump, su familia, sus ayudantes directos, etc, son inocentes de cualquier delito de los que se les achacaba en relación con Rusia. La gran mentira de Clinton y los demócratas ha quedado en evidencia y refuerza a Trump a mitad de su primer mandato.
Las afirmaciones falsas de los demócratas, ventiladas por los medios progres afines, han hecho un daño enorme a Estados Unidos. Por supuesto no esperamos disculpas y reconocimiento de la legitimidad de la presidencia de Trump por parte de quienes se han puesto del lado equivocado de la historia mediante mentiras y manipulaciones. Sin embargo, han perdido toda credibilidad política y mediática frente a un presidente Trump que se ha reafirmado como el gran ganador electoral de 2016 y el más que probable ganador en 2020.
El colapso del Rusiagate se estudiará como el escenario ficticio creado por los demócratas, un auténtico castillo de naipes y espejos, para perjudicar y derribar a un presidente legítimo. Algo que roza el golpe de estado.
Hoy, Trump es un presidente mucho más fuerte después de haber sobrevivido a una caza de brujas moderna que ha aguantado con estoicismo y valentía a prueba de gilipollas y demagogos.
La investigación deja inquietantes cuestiones en el aire que los medios progres no quieren reflejar, pero que es donde hay caso realmente: Fue el expediente ruso financiado por Clinton el que formó la base de la investigación del FBI iniciada por el deshonrado James Comey. ¿Cómo ocurrió eso? ¿Cómo resultó un truco sucio partidista en una investigación del FBI del candidato presidencial del otro partido? ¿Y cómo se filtró tanta información clasificada, incluidos los nombres de los asociados de Trump recogidos incidentalmente en escuchas telefónicas? ¿Quién en la Casa Blanca de Obama violó la ley? Estas y otras preguntas merecen un escrutinio legal de forma más justificada que las patrañas y las afirmaciones falsas de Hillary Clinton.
Trump ha sabido resumir bien lo sucedido: «Esto fue un derribo del presidente ilegal que falló».
Amen a eso. Trump ha salvado la democracia estadounidense. Y puede ser otro de sus grandes logros históricos en una larga lista de ellos que se les indigesta a los demócratas y a los medios manipuladores cada día.