El camino a la victoria de Trump
El camino hacia la victoria de Trump el 3 de noviembre pasa por él mismo y su enorme capacidad para aglutinar millones de votos e ilusionar a los ciudadanos. Esta es la realidad que pocos analistas ven con claridad. Aparte de este elemento decisivo, que se sustancia en los mítines de campaña, en los que el presidente está movilizando a sus bases y atrayendo a nuevos votantes con un perfil muy variado, la campaña Trump Victory pasa por ganar en algunos de los estados decisivos o swing states, los estados que oscilan entre un partido y otro dependiendo de las elecciones y los candidatos.
Uno de esos estados centrales es North Carolina, que se ha convertido en una de las claves para ganar la reelección. Hay varios escenarios y caminos hacia la victoria al ganar Trump en battlegrounds, campos de batalla electorales, en los que se mantiene codo con codo con Joe Biden en las encuestas. Si bien, la realidad nos muestra que el presidente lo aventaja en miles de votos. La campaña tiene detectados como fáciles de ganar el segundo distrito de Ohio, Florida, Georgia, Iowa y Maine. Esos datos nos señalan que el camino más probable hacia la victoria es si Trump gana una combinación de Arizona y North Carolina, junto con Pennsylvania o Michigan. Un segundo camino nos lleva por ganar North Carolina, Michigan y Nevada, sin incluir Arizona.
La campaña del presidente también se enfoca en los estados de Ohio, Iowa y New Hampshire, que mantienen carreras reñidas, y que pueden ser determinantes para superar los 270 votos electorales necesarios para hacerse con la mayoría en el Colegio Electoral. Por ello, ya se han destinado más de 17 millones de dólares en divulgar los mensajes de Trump en estos estados en las últimas semanas. La campaña ha puesto el pie en el acelerador en otros estados que conforman el camino a la victoria, con una inversión publicitaria de más 18 millones de dólares en Florida, Georgia, North Carolina, Arizona y Pennsylvania. Esto que puede parecer mucho, no lo es si lo comparamos con el gasto de la campaña de Biden, que ha invertido 36 millones en anuncios de radio y televisión en estados como Texas, Georgia, Ohio e Iowa, lo que es el doble del gasto de Trump en esos estados. Sin embargo, Biden no despega y Trump, con menos gasto, lo aventaja en una horquilla de uno a cinco puntos. Un éxito de la campaña del presidente. Con menos dinero está consiguiendo mucho más que Biden. La clave: el propio Trump y su inmensa capacidad para conectar con los votantes, algo de lo que carece el candidato demócrata.
Las visitas a North Carolina se han convertido en recurrentes y es que los caminos más probables hacia la victoria pasan por ganar este estado. Por supuesto, hay otros caminos que no dependen de North Carolina y Trump podría ganar igualmente, pero serían más complicados. Ganar los 15 votos electorales de North Carolina supone un camino más fácil para obtener cuatro años más en la Casa Blanca. Si Trump gana allí en la noche electoral, será un buen augurio. En cambio, Joe Biden depende mucho menos de ganar este estado para alzarse con la victoria.
Otras carreras disputadas se centran en Florida y Pennsylvania, ambas con buenas perspectivas para Trump. La campaña presidencial ha puesto su mirada en los votantes rurales, suburbanos e hispanos de Florida en un esfuerzo por repetir el éxito electoral de 2016, cuando superó a Hillary Clinton por decenas de miles de votos. ¿Qué debemos mirar la noche electoral? Estaremos atentos a los condados de Lake, Marion, Brevard, Volusia, Hernando y Citrus, al norte de Tampa, la propia Tampa, West Palm y Orlando, que con vitales para ganar los 29 votos electorales de Florida. No olvidemos que Trump ganó el estado en las últimas elecciones presidenciales por alrededor de 1.2%, es decir, en torno a 113.000 votos combinados en los estados de Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Cada rally electoral en Florida, North Carolina, Ohio, Georgia, Arizona o Michigan, se están convirtiendo en decisivos. En la campaña lo sabemos y Trump mejor que nadie. Por eso su esfuerzo es monumental para luchar por esos miles de votos que serán determinantes el 3 de noviembre.
La actitud ganadora de Trump es el factor clave, igual que en 2016. El presidente es capaz de ilusionar y movilizar a su electorado con su presencia y mensajes esperanzadores. Sólo hay cabida para el optimismo en esta campaña porque la victoria está a nuestro alcance y depende sólo de nosotros.
Los rallies electorales son importantes, pero también lo son las entrevistas que está dando el presidente Trump, como la que mantuvo con Rush Limbaugh en la radio o con Savannah Guthrie en la NBC News, con las que es capaz de llevar su mensaje a millones de personas sin la manipulación y el sesgo de los medios.
En la campaña de Trump el optimismo está creciendo más y más a medida que Biden y los demócratas defienden abiertamente su agenda política socialista. Lejos de ganar votos, Biden los pierde porque son miles de votantes demócratas los que manifiestan su intención de votar republicano.
Lo cierto es que a medida que el grupo demócrata del Congreso está cada vez más dominado por miembros de extrema izquierda, y a medida que los candidatos presidenciales demócratas trabajan para superarse mutuamente en la adopción de políticas socialistas, incluido Biden, que se ha convertido en una marioneta del extremismo socialista y globalista, la elección está cada vez más clara para los ciudadanos. Es por ello que el apoyo al presidente está aumentando de forma notable.
Los cierres de la economía que defienden los demócratas chocan con el deseo de Trump y de la mayoría de ciudadanos de abrir todo con seguridad. Es otra de las razones por las que los índices de aprobación del trabajo de Trump se mantienen al alza por encima del 50% y rozando el 60% general, y del 95% entre los republicanos.
Algunos críticos fervientes incluso han abandonado su oposición a su reelección y afirman que están siendo persuadidos para votar por él. Entretanto, los activistas socialistas del Partido Demócrata ha propuesto un «Nuevo Acuerdo Verde» para reformar la política climática de Estados Unidos, redistribuir agresivamente la riqueza a través del código tributario (con subidas de impuestos) y expandir enormemente la influencia del gobierno sobre el uso de la energía y el transporte. En los estados, las legislaturas controladas por los demócratas se han movido para aliviar las restricciones sobre los abortos tardíos. Son temas cruciales en los que los ciudadanos apoyan las políticas del presidente Trump y no las propuestas descabelladas de los demócratas. En la campaña electoral, Biden y los candidatos demócratas compiten por los progresistas al respaldar estas políticas enloquecidas. De repente, para millones de personas de toda condición, Trump es menos problemático e incómodo que esos candidatos radicales y más elegible gracias a sus logros y propuestas sensatas.
Las personas encuentran razones para sentirse cómodas con el presidente y sus políticas, lo cual no sucede con Biden y los demócratas, cada vez más escorados a la izquierda. Hay excelentes noticias para Trump. Las cifras generales de aprobación de su gestión con los republicanos son las más altas históricamente y su apoyo entre la base republicana es sólido como una roca. Trump está trabajando a fondo también para atraer a los críticos del ala tradicional del Partido Republicano, que pueden ser decisivos para lograr la ventaja en los campos de batalla clave, al igual que en 2016.
La gran ventaja en estas elecciones es que la izquierda radical que defiende Biden espanta a la mayoría del electorado, que se siente más identificado con las políticas de Trump. Otro factor decisivo en la noche electoral será el comportamiento de los votantes hispanos, que ha visto un repunte de apoyo muy importante a Trump. De tal modo que la campaña del presidente considera a los hispanos como parte del camino hacia la victoria. A fecha actual, Pennsylvania puede ser parte del éxito en el Colegio Electoral y decisivo para conseguir el control del Rust Belt.
La mejor ofensiva del presidente es la que está llevando a cabo en los estados en disputa. En septiembre y octubre, Trump ha viajado a casi todos los estados que ganó en 2016, incluidos algunos que ganó fácilmente. No sólo ha estado en los campos de batalla de Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y Florida, sino también en North Carolina, Iowa, Georgia, Arizona, Minnesota y Ohio. Esta semana incluirá Arizona y Nevada, con buenas posibilidades para el presidente.
El camino hacia la victoria de Trump pasa por varios estados clave. Trump no está derrotado ni mucho menos, como quieren hacer ver los medios y la prensa. De hecho, las variables en juego en esta elección le dejan todavía mucho potencial para ganar e incluso arrasar.
El presidente está haciendo una campaña enérgica y ha introducido otro elemento a su favor: al sacar adelante la confirmación de la juez Barrett para el Tribunal Supremo, ha movilizado a su electorado de forma masiva y ha cambiado el panorama político a su favor. Hasta qué punto, lo veremos muy pronto.
De momento, el presidente Donald Trump está teniendo muy buenas semanas. Es posible que algunas encuestas aún no lo reflejen, pero tres cosas se volvieron a su favor en los últimos días: primero está su propia victoria sobre el COVID-19: derrotó al virus chino, se recuperó, dio negativo en la prueba y volvió a la campaña más fuerte que nunca. ¿Que si esto tiene eso alguna implicación política? Por supuesto. Tiene aspectos emocionales, y dado que votar es una cuestión de pasiones muchas veces, no de cálculo, el regreso personal del presidente representa una excelente noticia de cara a la cita electoral de noviembre. Los otros dos grandes acontecimientos son el aumento del apoyo de la opinión pública a la confirmación de Amy Coney Barrett para el Tribunal Supremo y las últimas revelaciones sobre las conexiones de la familia Biden con una compañía petrolera ucraniana y toda la corrupción que rodea a Hunter Biden y cómo vendía el acceso a su padre vicepresidente.
Los datos copiados de un ordenador que fue abandonado en un taller de reparación de Delaware, obtenidos y publicados por el New York Post, muestran que, contrariamente a las negativas anteriores, Joe Biden se reunió con un funcionario de Burisma, la compañía que le pagó al hijo de Biden, Hunter, hasta 50.000 dólares por mes por servicios de un valor de mercado menor. Es evidente que el dinero compró el acceso al vicepresidente Joe Biden.
La historia de Biden-Burisma es complicada, pero la historia no es realmente más complicada que la saga de los correos electrónicos de Hillary Clinton, y esto también les pasará factura. Facebook y Twitter, y los medios afines, se están tomando la posibilidad tan en serio que han tomado medidas extraordinarias para restringir el acceso a la publicación de esta historia. Censura pura y dura. Incluso han promulgado una nueva regla: la información supuestamente pirateada no se puede compartir, aunque esta regla significaría que compartir noticias de Wikileaks o de los principales medios de comunicación que publicaron historias basadas en su información estaría prohibido. Las redes sociales y los medios tuvieron que silenciar la historia porque se estaba extendiendo rápidamente antes de que la frenaran. Eso sugiere que hay un gran interés público. La censura no está funcionando y todo el mundo conoce ya la historia.
En el caso de la nominación de la juez Barrett, representa un impulso para el apoyo del presidente entre los conservadores sociales republicanos tradicionales y cierra una brecha abierta por los denominados NeverTrumpers. Barrett es una victoria para Trump con los conservadores sociales, pero además ella también es una victoria para él con el resto de los ciudadanos. Algunas de las mujeres casadas que se han mostrado reacias a respaldar a Trump, ahora tienen más razones para volver a casa con el Partido Republicano en noviembre.
Muchas encuestas que difunden los medios fallan al detectar a algunos de los votantes de Trump, que muchas veces lo ocultan para no ser discriminados o atacados socialmente. Hay una encuesta real que los medios no recogen y es el apoyo mediante carteles en los jardines de las casas. Los hay a millones para Trump, pero escasean los de Biden. Y esto es significativo del apoyo que tiene cada uno. Hay una ola de apoyo a Trump que las encuestas no han detectado. Es este apoyo oculto el que podría entregar incluso Virginia a Trump, en contra de los pronósticos.
Aunque a día de hoy se consideran ganados los 29 votos electorales de Florida, la victoria también sería posible incluso si se pierden, pero se ganan un trío de estados de campo de batalla del Upper-Midwest que se ganaron por estrecho margen en 2016: Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, además de los votos electorales de al menos New Hampshire o Minnesota. Todavía tenemos escenarios probables en los que el presidente podría perder una combinación de Florida y el estado de Arizona, un total de 40 votos electorales, o Florida y el estado de North Carolina, o sea, un total de 44 votos electorales electores, y aún así ganar más de los 270 votos electores. Si bien, Florida y North Carolina son caminos más seguros hacia la victoria y un probable landslide.
De todos los caminos probables, el más seguro es el que pasa por la determinación de Trump de ganar estas elecciones. No va a tirar la toalla en ningún momento. Va a luchar a brazo partido hasta el último segundo del último minuto del último día por cada voto.
El camino a la victoria pasa por Donald Trump.