Segundo impeachment a Trump
Año 2021. Los demócratas siguen con las mismas obsesiones de los últimos cuatro años. Esta semana, el 9 de febrero, empieza el segundo impeachment contra Donald Trump en el Senado. Concluirá favorablemente al presidente legítimo, al igual que el primer impeachment. Trump ya ha comunicado el jueves de la semana pasada, a través de su equipo jurídico, que no testificará en este nuevo juicio político inconstitucional.
La caza de brujas contra Trump sigue sin cuartel en todos los frentes. Lo temen más que a un tornado porque saben que los volverá a ganar con los votos legales en 2024, en caso de decidir presentarse.
Al igual que el primer impeachment, este segundo intento por manchar el legado de Trump, no es más que una cuestión política encaminada a impedir que se presente a las elecciones en 2024 para un segundo mandato presidencial. Tan sólo un truco de relaciones públicas que no ha seguido el debido proceso, que es inconstitucional, tal y como ya han declarado numerosos expertos y en el que no pueden probar ninguna de las acusaciones. El uso de nuestra Constitución para iniciar un supuesto proceso de juicio político es demasiado serio para jugar a estos juegos sucios a los que tan acostumbrados están los demócratas.
La respuesta del equipo legal de Trump ha vuelto a desmontar las patrañas de los acusadores demócratas y ha evidenciado que el 45º presidente de los Estados Unidos se desempeñó admirablemente en su papel de Comandante en Jefe en todo momento e hizo lo que pensó que era lo mejor para los intereses del pueblo estadounidense y de un proceso electoral limpio, justo y transparente. Su discurso y su conducta el 6 de enero, previo al asalto-romería del Capitolio, fue impecable y un ejercicio de defensa de la democracia sólido y admirable ante la clara y abrumadora evidencia del fraude electoral cometido por los demócratas en los estados en disputa. Esa evidencia perseguirá a Biden durante todo el mandato, dure lo que dure éste.
Los hechos demuestran que Trump protegió en todo momento su juramento de defensa de la Constitución, además de estar protegido él por la Primera Enmienda.
Este segundo impeachment es un desesperado intento de los demócratas para evitar que Trump regrese a la escena política y se postule de nuevo como candidato a presidente, conscientes de que volvería a ganar, a transformar las políticas con su agenda de America First y a desmontar el Estado Profundo que pretende gobernar sin pasar por las urnas.
La realidad es que el Senado nunca ha escuchado un juicio político para un presidente que ya no está en el cargo. Los senadores republicanos están en su mayoría, salvo el habitual reducido grupo de Republicanos Sólo de Nombre (RINOs), en contra de condenar al presidente Trump. La Constitución establece en el Artículo 1, Sección 3. que: «El juicio en casos de acusación no se extenderá más allá de la destitución del cargo y la inhabilitación para ocupar y disfrutar de cualquier cargo de honor, fideicomiso o beneficio en los Estados Unidos». Y ese es el único objetivo de los demócratas, a los que el proceso electoral les trae sin cuidado, como han demostrado al apoyar el golpe de estado fraudulento en connivencia con las grandes corporaciones y los medios de comunicación. Hasta ahora, el Senado ha condenado sólo a ocho funcionarios, todos jueces, y sólo a tres se les prohibió volver a ocupar el cargo.
Dado que 45 senadores votaron ya en contra de la celebración de este segundo impeachment, es poco probable que Trump sea condenado. Sin embargo, si esto sucediera, estaría sujeto a una prohibición permanente del cargo de presidente en el caso de que el Senado votara después por esto. Algo que es improbable que salga adelante.
A día de hoy, como reflejan todas las encuestas de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, entre otras muchas, la mayoría de los votantes republicanos, cerca del 70% (en algunos sondeos incluso se alcanza el 85%), creen que efectivamente hubo fraude electoral, a la vista de todas las pruebas y evidencias que hay; incluso un alto porcentaje de demócratas, un 40% de los más sensatos, lo cree también. La elección de Joe Biden se considera por más de la mitad de los ciudadanos ilegítima y fraudulenta. La mayoría de los republicanos absuelven de cualquier culpa a Trump, y sólo 3 pelamanillas Never Trumper o RINOs de cada 10 creen que tiene un poco culpa por los hechos acaecidos en el Capitolio. Ya saben, aquel paseo turístico algo movido y pintoresco del 6 de enero.
Las encuestas proyectan la opinión de que más de la mitad de la población opina que Trump no debería ser condenado en el Senado. Entre los senadores republicanos sólo 1 de cada 10 se inclina por la condena.
Además, este proceso es totalmente inconstitucional y puede marcar un peligroso precedente al acusar a todos los presidentes que no nos agradan, ya sean demócratas, republicanos o medio jubilados.
En suma, podemos concluir que este impeachment a Trump es una flagrante violación del texto, la estructura y la historia de la Constitución de los Estados Unidos. Esto queda evidenciado en el hecho de que el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, ha optado por no presidir este juicio político en el Senado por motivos constitucionales. Al contrario que la prensa, los medios y los demócratas borrachos de odio a Trump, Roberts lee la Constitución y se dice: “No tengo autoridad para presidir. Ninguna autoridad en absoluto. De hecho, sería una violación de la Constitución que el presidente del Tribunal Supremo de Estados Unidos venga a presidir el juicio de un presidente que ya no está en el cargo, porque la Constitución es muy clara: en los casos de acusación contra el presidente de los Estados Unidos, el jefe la justicia presidirá».
Todos los expertos constitucionales independientes confirman la inconstitucionalidad de este impeachment. Los demócratas sólo persiguen castigar a un antiguo presidente de los Estados Unidos. Eso está prohibido constitucionalmente.
Si el proceso legal se impone, Trump será absuelto de nuevo y podrá entrar en liza electoral cuando le plazca para seguir combatiendo las políticas socialistas de los demócratas.