Trump bajó los impuestos, Biden los sube
Los impuestos es el campo de una nueva batalla que Donald Trump está dispuesto a dar y en la que es el abanderado de una tributación baja que no estrangule a los ciudadanos y las empresas. Para situar el tema, recordemos: el presidente Trump redujo la tasa de impuestos corporativos del 35% al 21% para evitar que las empresas trasladaran sus operaciones al extranjero y crearan más empleo en el país y aumentaran los salarios. Que es lo que sucedió exactamente durante su mandato presidencial. La reducción de impuestos aceleró el crecimiento económico de una forma extraordinaria y fue la base de la mejor economía de Estados Unidos en varias décadas. No es una opinión, es un hecho comprobado.
¿Qué sucede ahora? Que la Camarilla que controla a Biden y al gobierno quiere recaudar todo lo posible para seguir gastando en sus proyectos ideológicos. Para empezar, la propuesta de Biden aumentaría la tasa del impuesto corporativo del 21% al 28%. Trump redujo los impuestos para las pequeñas empresas e individuos al igual que para las corporaciones. Biden los aumentaría mucho más a las personas y a las pequeñas empresas que a las grandes corporaciones (la mayoría de las cuales son sus aliadas en el fraude electoral), según su nueva propuesta fiscal.
Sirva como ejemplo el impuesto a las ganancias de capital (impuesto sobre sucesiones) que es parte de su agenda para eliminar las herencias familiares. De hecho, esta Administración quiere toda la riqueza y controlar quién la tiene y quién no la tiene, algo que no pueden controlar en las herencias, por lo que están decididos a cobrar impuestos sobre las mismas.
Esta subida masiva de impuestos que pretende Biden, así como la contratación de 87.000 agentes del IRS (la Hacienda estadounidense), responde a un plan de persecución fiscal como no se veía desde hace tiempo. No tiene sentido una subida de impuestos ahora dado que la Administración Biden argumenta que no hay que preocuparse por el déficit o la deuda porque dice querer centrarse en el crecimiento económico y el empleo a través del gasto corriente. Algo que choca frontalmente con la subida de impuestos, que ya está provocando lo contrario: destrucción de empleos y escaso crecimiento económico. En realidad, se trata de echar mano de la riqueza de los ciudadanos para el despilfarro de este gobierno radical. O sea, todo lo contrario que hizo Trump, que sí incentivó el crecimiento y el empleo con impuestos bajos.
Biden propone un plan de gasto de alrededor de 2,3 billones de dólares destinado a gasto corriente, es decir, no productivo ni rentable, y se basa en expectativas de crecimiento irreales. Algo que sabe perfectamente y por eso introduce la subida de impuestos. Resumiendo: miente una vez más al pueblo estadounidense con la connivencia de los grandes medio progres que amparan y cubren con entusiasmo cualquier cosa que haga, ya sea comer un helado, farfullar ante las cámaras, salir pitando porque le da un apretón, hablar sin sentido o perderse en un centro comercial.
Biden está provocando una nueva crisis fiscal al plantear esta subida dentro de un plan económico que deja muchos proyectos sin enumerar ni concretar. A lo que asistimos es a un robo a los ciudadanos y las empresas por toda la cara con sello gubernamental que perjudicará a los ciudadanos y a las pequeñas y medianas empresas.
No es de extrañar, pues, que Trump esté liderando la respuesta de los republicanos a esta nueva crisis en ciernes y haya hecho un llamamiento al Senado para que no permita que las reducciones de impuestos ganadas con tanto esfuerzo durante su Administración sean canceladas o enmendadas en una trayectoria ascendente. Ha denunciado a los republicanos RINOs (los tontos útiles del Partido Demócrata que ya todos conocemos) para que no se dejen engañar y no hagan tratos sobre el aumento de impuestos con la excusa de financiar las propuestas de infraestructura que están presentando los demócratas, casi todas las cuales se sitúan en la agenda marxista del Green New Deal.
Trump presiona a los republicanos del Senado para que mantengan el nivel de tributación donde él la dejó y apoya con entusiasmo a los Gobernadores republicanos que están recortando impuestos en sus estados. El último de ellos, Brad Little, de Idaho, que se ha unido a esta revolución de impuestos bajos que se extiende por los estados gobernados por republicanos, en contraste con los estados demócratas, que se han convertido en deficitarios, infiernos fiscales y de donde la gente sale en estampida como si se tratara de una manada de ganado de aquellas maravillosas películas del Oeste de la época dorada del cine. O sea, salen por patas antes de que les dejen sin un dólar.
¿Alguna persona piensa realmente que el éxodo real y actual de Nueva York a Florida no está impulsado por un impuesto sobre la renta del 13% en un lugar y un impuesto sobre la renta del 0% en el otro? Lo mismo podría decirse de California y Texas. Los números demuestran esta evidencia y las personas, como las empresas, están votando con los pies y trasladándose donde los impuestos dejan vivir la vida.
El gobierno de Biden no está por ayudar a las pequeñas y medianas empresas, ni a los ciudadanos. Su plan de persecución fiscal no sólo se limita a Estados Unidos, sino que extiende sus tentáculos por todo el mundo a través del acuerdo que ha llegado con otros 130 gobiernos igual de rapiñas que el suyo, deseosos de meter mano en las cuentas corrientes de empresas y ciudadanos que ganan su dinero honradamente para seguir derrochando, gastando a manos llenas, financiando proyectos que a nadie interesa y forrándose el riñón a costa de los demás. Un acuerdo que impone un tipo impositivo global mínimo del 15% o más alto. Y es sólo el comienzo de una presión fiscal que quieren aumentar. ¿Qué impediría subir cada vez más estas tasas impositivas, que es lo que siempre intentan los gobiernos? Nada. ¿Qué les impedirá instalar los impuestos europeos más altos en el resto del mundo? De nuevo, nada. Vía libre para sangrar a los ciudadanos y las empresas.
La razón es clara, el dinero para el despilfarro gubernamental debe salir de algún lado. No se pueden mantener nóminas de miles de dólares o euros al mes sin robar a ciudadanos y empresas vía impuestos exagerados. Estos impuestos globales son la última táctica de la izquierda para destruir la soberanía nacional que tanto les molesta.
La subida de impuestos por parte de los gobiernos, y el de Biden no es una excepción, es sólo el camino para aumentar la corrupción y el gasto sin control. No extraña, pues, que la elusión fiscal legal, esté más viva que nunca. Y con razón.
Biden y sus compinches quieren acabar con las diferencias en las estructuras fiscales, las tasas y los regímenes no sólo entre los estados sino entre todos los países. Lo cual es el mayor acaparamiento de poder socialista desde 1917.
La competencia fiscal internacional es buena y saludable, siempre lo ha sido, y sólo a los sistemas socialistas despilfarradores no les interesa. Que el capital financiero global emigre a países con la tasa de rendimiento más alta después de impuestos es positivo y deseable.
Biden debe la Casa Blanca a una Camarilla insaciable que ahora le exige una subida de impuestos (un robo con aspecto oficial). El plan fiscal propuesto acaba con la exitosa política tributaria que implementó Trump y no sólo aumentará las tasas de impuestos sobre los ingresos personales, corporativos, patrimoniales y sobre la nómina, sino que añadirá nuevas reglamentaciones y burocracia innecesaria a ese tocho monumental de más de 30.000 páginas que es el código fiscal estadounidense. ¿Creen ustedes que los medios cómplices del fraude electoral van a informar y denunciar, como deberían hacer si tuvieran rigor periodístico, que este plan de Biden rompe con su promesa de campaña de no subir los impuestos para aquellos que ganan 400.000 dólares o menos, y que los hogares que ingresan entre 75.000 dólares y 200.00 dólares (clase media) verán subir sus impuestos ya en 2022 bajo este petimetre y los que lo han metido en la Casa Blanca? La respuesta es no, no informarán de eso ni de nada. Manipularán todo, como han hecho hasta ahora.
De hecho, el plan tributario de Biden supondrá un aumento de impuestos para alrededor del 60% de los hogares, de acuerdo al análisis realizado por el Centro de Política Tributaria (una entidad no partidista). Aproximadamente las tres cuartas partes de los hogares que ganan entre 75.000 dólares y 100.000 dólares verían aumentar sus impuestos en alrededor de 440 dólares, mientras que el 69% de los que ganan entre 100.000 dólares y 200.000 dólares verán un aumento de 830 dólares de promedio.
Los impuestos corporativos también serán más altos y desincentivarán la inversión y el empleo.
Su plan demencial incluye 30 propuestas fiscales por un total de 3 billones de dólares en los próximos 10 años, que afectarán a las familias trabajadoras, las pequeñas empresas y las grandes corporaciones. Y como propina un impulso a la China comunista y a otros países rivales en lo económico, lo fiscal y lo comercial.
Bajo la Administración Trump, los republicanos del Congreso proporcionaron ahorros a la clase media estadounidense cuando aprobaron los recortes de impuestos que se tradujeron en un admirable poder adquisitivo y crecimiento económico. Con Biden, como sucede con todos los gobernantes socialistas, la clase media pagará más impuestos. Más datos para aquellos que todavía sean escépticos o quieran hechos: el aumento de la carga tributaria continuará aumentando cuanto más ingrese un hogar, con el 83.7% de los hogares en el rango de 200.000 – 500.000 dólares experimentarán un aumento doloroso promedio de 2.040 dólares. La carga más alta recae en aquellos que ganan más de 500.000 dólares, con un 99.8% de aquellos entre 500.000 y 1 millón de dólares que experimentan un aumento de 8.810 dólares y aquellos que ganan más de 1 millón de dólares les sangrarán un aumento promedio de 265.939 dólares.
La mayoría de ese dinero estaría mejor en manos de quienes lo han ganado, no de un gobierno demócrata que sólo sabe malgastar en tonterías.
Para completar esta desgracia nacional que representa Biden y compañía, añadir que los aumentos de impuestos propuestos incluyen elevar la tasa corporativa del 21% al 28%, como he citado antes, y la tasa de ganancias de capital del 21% al 39,6%. Que es una bestialidad. Biden también ha pedido que se aumente la tasa máxima de la nación al 39,6% desde el 37%. Por pedir barbaridades que no quede.
El presupuesto de Biden propone que las personas solteras que ganan más de 452.700 dólares estén sujetas a la tarifa máxima, mientras que las parejas casadas que ganan más de 509.300 dólares también estarían sujetas a ella. Los hogares que ingresan más de 481.000 dólares también estarían sujetos a la tasa máxima, junto con las personas casadas que declaran por separado y ganan más de 254.650 dólares.
Como ven, la escabechina fiscal de Biden será un palo para la inversión que crea riqueza. La propuesta de Biden no requiere un aumento de impuestos directo para aquellos que ganan menos de 400.000 dólares, pero el análisis de antes encontró que muchas personas de ingresos bajos y medianos verían una carga más alta indirectamente como resultado de una menor compensación y ganancias de inversión derivadas del aumento del impuesto corporativo.
La parte positiva del plan de Biden es muy reducida y nada sustancial: para algunas de las pérdidas para los hogares de ingresos bajos y medios podrían compensarse con créditos fiscales ampliados en este plan, incluida la expansión propuesta del crédito fiscal por hijos. Al tener en cuenta esos créditos, un hogar que gana entre 100.000 y 200.000 dólares verá su carga tributaria general reducirse en unos míseros 110 dólares. Los hogares que ganan entre 75.000 y 100.000 dólares pagarían alrededor de 240 dólares menos, mientras que aquellos que ganan entre 50.000 y 75.000 dólares podrían ahorrar un promedio de 540 dólares. Beneficios que se esfuman ante el aumento de la inflación y de otros impuestos indirectos provocados por las políticas de Biden.
En teoría, los aumentos de impuestos propuestos por Biden están destinados a pagar su plan para aumentar el gasto del gobierno en infraestructura, educación, cuidado infantil y licencia familiar pagada. El plan que exige un billón de dólares en nuevos gastos y 800.000 millones de dólares en créditos fiscales para la clase media, pero como todos sabemos, del dicho al hecho hay un trecho. Y en ese trecho el dinero se pierde en bolsillos y otros intereses que no son los de los ciudadanos precisamente.
En contraste con todo esto, brilla el expediente fiscal de Trump, cuyos recortes tributarios beneficiaron a las pequeñas y medianas empresas, a la clase media, a las grandes corporaciones, y a los ricos también. Es decir, a todo el mundo en distinta medida, pero a todos. Aquellas rebajas impositivas lograron que la mayoría de los hogares estadounidenses de clase media, el 82%, recibieran un recorte de impuestos y un promedio de 1.260 dólares. Una mayoría aún mayor, el 90%, ha experimentado un aumento en el salario neto, y la derogación del mandato individual de Obamacare también brindó un alivio adicional a muchos estadounidenses de clase media en todos los ámbitos.
Además, la ley de recortes de impuestos también duplicó el crédito fiscal por hijos para los padres al tiempo que ampliaba su elegibilidad, poniendo más dinero en los bolsillos de las familias.
Las pequeñas empresas también cosecharon grandes beneficios. Una encuesta de Gallup mostró que la mayoría de las pequeñas empresas, el 69%, dijeron que se beneficiaron de los recortes de impuestos que el presidente Trump promulgó como ley en 2017. Americans for Tax Reform ha documentado cientos de ejemplos de empresas que contrataron a más empleados y permitieron aumentos de sueldo, aumentos de beneficios, expansiones de instalaciones, bonificaciones y reducciones de tarifas de servicios públicos donde la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos promulgada por el Partido Republicano se citó como un factor clave.
Trump propone combatir las subidas de impuestos y coloca en su agenda como prioridad una nueva reforma tributaria que baje los impuestos a ciudadanos y empresas. En síntesis, hacer la reforma fiscal grande otra vez, en línea con su célebre eslogan de campaña. La Ley de Empleos y Reducción de Impuestos de 2017 de Trump fue un gran paso adelante en términos de la política fiscal de Estados Unidos. El Congreso redujo las tasas de impuestos en todos los ámbitos, con especial énfasis en recortar los impuestos corporativos, que consiguieron que Estados Unidos fuese más competitivo con otros países industrializados. Lo podemos volver a hacer, pero no con Biden.
Los recortes de impuestos siempre son el camino correcto. Los recortes de Ronald Reagan generaron 4 millones de puestos de trabajo el primer año en que se establecieron (1983), y la economía creció un promedio del 4% anual durante siete años. Trump ha señalado que si Estados Unidos creciera un 3% anual durante los próximos 10 años, nuestro PIB nominal sería de 16 billones de dólares más alto que el actual. Los ingresos federales serían 2.9 billones de dólares más altos, lo que permitiría recortes de impuestos y / o reducción de la deuda, además de que los trabajadores tendrían 7 billones de dólares más en sueldos y salarios.
Necesitamos a Trump en la Casa Blanca para bajar los impuestos y conseguir sueldos más elevados y perspectivas económicas más brillantes. El objetivo siempre debería ser mejorar la libertad fiscal para todos, no aumentar la presión fiscal. La receta tributaria de Trump es la correcta para un crecimiento económico fuerte y sostenido. La de Biden no lo es. También es la única forma de mantener vivo y sano el sueño americano para las generaciones futuras. Algo que Biden está poniendo en peligro con su plan de subida de impuestos.