El peligro de las Maras y otras pandillas
Las noticias que no cesan en 2009 informan repetidamente de asesinatos y violencia a manos de la Mara Salvatrucha-13 y M-18, tanto en Estados Unidos, como en El Salvador, o España. Su víctima más célebre en las últimas semanas, el fotógrafo hispano francés Cristian Poveda, autor del documental sobre la Mara 18 “La vida loca”, ha hecho saltar las alarmas de nuevo.
La Mara Salvatrucha se ha convertido en una organización internacional, con presencia en Centroamérica, España, y 43 Estados de Estados Unidos. Para hacernos una idea de su alcance y peligrosidad, veamos unos datos: sólo en Los Ángeles hay entre 5.000 y 8.000 miembros de la MS-13 identificados, que con seguridad serán muchos más, contando a los no identificados y los que no están en la cárcel. En total, podría haber más de 50.000 miembros de la MS-13 sólo en Estados Unidos, unos 100.000 en todo el mundo. Es especialmente preocupante su presencia en California, Nueva York, Texas, y el área metropolitana de Washington D.C.
Lo que empezó como una banda de inmigrantes salvadoreños en el barrio de Rampar, en el Oeste de Los Ángeles, a principios de los 80, se ha convertido en una de las peores pandillas criminales, en cuyas filas hay actualmente estadounidenses, hijos de inmigrantes de segunda y tercera generación, y se ha convertido en la peor pesadilla para los propios inmigrantes, a los que aterrorizan, asesinan y mutilan, en represalia por no pagar el chantaje al que los someten habitualmente.
Este tipo de bandas (Maras, Bloods, Creeps…) ponen en peligro la seguridad de las ciudades debido a sus actividades ilícitas, que se centran en el tráfico de drogas, personas, armas, robos, asaltos, extorsión a inmigrantes, y todo tipo de criminalidad organizada. Asimismo, se han convertido en una herramienta más de colaboración con el terrorismo internacional, y un riesgo evidente para la seguridad nacional.
Uno de los grandes retos para Estados Unidos es controlar a las Maras y otro tipo de pandillas, y su eliminación progresiva de las calles. Actualmente, hay unas 30.00 pandillas en el país, lo que refleja perfectamente la gravedad de la situación. Un riesgo para la seguridad y los barrios, en especial donde hay presencia hispana, ya que se nutren en gran parte de los jóvenes que no encuentran otra salida más que unirse a estas pandillas.
Una de las características que destacan en las Maras es el poder que ostentan las mujeres, a veces más brutales y crueles que los hombres, y que controlan los hilos del poder desde un segundo plano gracias a su posición en la organización, mediante el dinero y el sexo.
Legislar el tema de las pandillas y atajarlo se ha convertido en una prioridad, debido a su peligro creciente. Los políticos que aspiren a mejorar la vida de los ciudadanos en general, y la de los hispanos en particular, deberían proponer medidas efectivas que alejen o eliminen el problema de las pandillas de sus barrios y casas. Se hacen necesarias penas más elevadas y duras, poderes más amplios para la policía, y mejores medios para combatir a las pandillas, que se arman y actúan libremente, amenazando la seguridad de los barrios y ciudades donde se encuentran.
El problema de las pandillas se ha convertido en una epidemia de violencia que asola las ciudades y barrios de Estados Unidos, y combatirla con dureza debe ser una prioridad.
En California, se estima que hay más de 171.000 jóvenes metidos en pandillas, y eso sólo en la ciudad angelina. Globalmente, podría haber más de 800.000 pandilleros en todo el país.
Luchar contra las pandillas y sus efectos nefastos en la sociedad, que se refleja en crímenes, homicidios, violaciones, inseguridad, y violencia, debe ser una propuesta seria en el programa de todo político que aspire a mejorar la situación. En ese sentido, las alternativas que defienden los liberal-conservadores son las que ofrecen respuestas más viables para atajar el problema. Esas políticas deben pasar, entre otras líneas de actuación, por atender las necesidades de los hispanos y sus comunidades, dotar de más seguridad a los barrios, llevar la educación y las oportunidades a los inmigrantes, y recuperar valores tradicionales como la familia y la integración comunitaria, que están en la base de la desestructuración social actual y la caída de los jóvenes en las pandillas.
En suma, más policía, sí, leyes más duras y justas, también, pero también más educación y más valores.
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