Mensaje de Año Nuevo del Papa Benedicto XVI
Como siempre que habla el Papa Benedicto XVI, resulta interesante y enriquecedor detenerse a reflexionar en sus palabras y el sentido profundo de las mismas. En el mensaje de Año Nuevo, durante la primera misa del año, previa al Ángelus, celebrada en la basílica de San Pedro (Roma), en el contexto de la 43ª Jornada Mundial de la Paz y de la fiesta litúrgica de Santa Madre de Dios, la homilía contenía algunas ideas verdaderamente importantes, a las que debemos conceder el espacio y tiempo que merecen.
Destaca la idea de responsabilidad ecológica basada en el respeto y la dignidad del ser humano, que entronca con el concepto de naturaleza que siempre ha mantenido la iglesia, viéndola como una expresión de belleza de Dios, y al ser humano como culminación de esa obra de creación.
El Papa sostiene que es preciso respetar la dignidad humana, en especial la de los más pobres, indefensos y débiles, poniendo los bienes de la creación al servicio de la humanidad y no simplemente de unos pocos privilegiados económicamente. Porque si no lo hacemos así, es cuando aparecen las injusticias, los sufrimientos, las desigualdades, y las diferencias, que suelen derivar en conflictos sociales y, en última instancia, en guerras, producto de la envidia, la codicia, la injusticia, y el resentimiento.
Las primeras comunidades cristianas y las que viven el mensaje actualmente de forma activa, compartían y comparten incondicionalmente todo lo que tienen y lo ponen a disposición de los más desfavorecidos, de una u otra forma. Sólo así la paz, que es el fruto de la justicia, puede reinar entre los seres humanos. Es decir, cuando los bienes de Dios llegan a todos los seres humanos.
Jesús vino al mundo para traer un mensaje de paz, pero ésta empieza en el corazón de cada individuo y en el respeto a los demás. De esta forma, cuidando la naturaleza, la creación, y el plan de Dios para el hombre, que vemos en la figura de Jesús, podemos acercarnos a la paz. Alejarse de ese concepto, es alejarse de la paz. Lo vemos diariamente en todas partes, con un mundo convulsionado por las guerras.
El mensaje papal es doblemente importante porque encierra dos conceptos claves en el mundo moderno: la paz y la naturaleza. Dos de los desafíos fundamentales para la humanidad en este siglo XXI, que merecen toda nuestra atención y esfuerzos.
Benedicto XVI pidió el rechazo a la violencia a los grupos armados y terroristas que suelen matar sobre todo a civiles, se dirigió a la conciencia de cada uno de sus miembros, que en el fondo de su alma saben que están matando a inocentes, y reconoció que “en un primer momento, este paso podrá pareceros imposible, pero si tenéis la valentía de darlo, Dios os ayudará y sentiréis que vuelve a vuestros corazones la alegría de la paz”.
No consideró justificada ninguna de las causas y se dirigió “a la conciencia de todos los que forman parte de grupos armados de cualquier tipo. A todos y cada uno os digo: ¡Paraos, reflexionad y abandonad el camino de la violencia!”.
También dijo que “la paz comienza al reconocer que los hombres son hermanos, no rivales o enemigos. La paz comienza con una mirada de respeto que reconoce en el rostro de otro ser humano a una persona, sin importar el color de su piel, su nacionalidad, su idioma o su religión”. Precisamente algo que suele olvidarse con facilidad en un mundo en el que se prima aventajar a los demás a cualquier precio, que permite la discriminación, y que no hace nada ante la pérdida de valores importantes.
Y puntualizó: “sólo si tenemos a Dios en el corazón estamos en grado de reconocer en la cara del otro a un hermano en humanidad, no un medio sino un fin, no un rival o un enemigo, sino otro yo, un detalle del infinito misterio del ser humano«. En tanto que muchos ciudadanos actuales viven al margen de esta idea, los conflictos surgen sin cesar, se agravan, y no se resuelven, abriendo las puertas a las injusticias.
El mensaje para este año, denominado con infinito acierto: “Si quieres cultivar la paz, protege la naturaleza”, engloba ese concepto esencial que tanto se está degradando actualmente y que el Papa conoce como: ”ecología humana”.
Benedicto XVI puso el acento en la relación entre el respeto al ser humano y el respeto por la naturaleza, y lo expresó así: “cuando el hombre se degrada, se degrada también el medio ambiente en el que vive y si la cultura tiende a un nihilismo, si no teórico, práctico, la naturaleza no podrá dejar de pagar las consecuencias (…) mientras que cuando se respeta la ecología humana dentro de la sociedad, también la ecología medioambiental resulta beneficiada (…) Si quieres cultivar la paz, custodia la creación (…) el hombre es capaz de respetar a las criaturas en la medida en que lleva en su propio espíritu un sentido pleno de la vida; si no, se despreciará a sí mismo y cuanto le rodea; no tendrá respeto del ambiente en el que vive, la creación”. En cambio, “quien sabe reconocer en el cosmos los reflejos del rostro invisible del Creador, se ve conducido a tener mayor amor por las criaturas”.
Estas son las razones por las que invitó a “invertir en la educación”, reforzando la idea de la “responsabilidad ecológica basada en el respeto del hombre y de sus derechos y deberes fundamentales”. Algo que es básico si queremos influir positivamente en el medio ambiente.
El Santo Padre considera así esencial la “educación de los niños para lograr una más amplia y profunda responsabilidad ecológica (…) Solo así el trabajo por el medio ambiente puede convertirse de verdad en una educación para la paz y la construcción de la paz«.
En su reflexión, “Los rostros de los niños son como un reflejo de la visión de Dios sobre el mundo. ¿Por qué entonces apagar sus sonrisas? ¿Por qué envenenar sus corazones?”. Una clara advertencia sobre manipulaciones ideológicas interesadas en la infancia y nuestra responsabilidad de educar correctamente.
En referencia a la reciente cumbre de Copenhague sobre el clima, puso de manifiesto la necesidad de concretar acciones de forma unánime: “ha salido a la luz una vez más la urgencia de establecer orientaciones concertadas en el plano global”. Apuntó a la responsabilidad de las personas individuales, las familias y las administraciones locales en el tema medioambiental. Y dijo que: “Se ha vuelto indispensable un cambio de mentalidad que lleve a todos a adoptar nuevos estilos de vida, pues todos somos, de hecho, responsables de la protección y del cuidado de la naturaleza creada (…) Un objetivo compartido por todos, una condición indispensable para la paz, es la supervisión de los recursos naturales de la Tierra con justicia y sabiduría”.
No es la primera vez que el Papa denuncia el consumismo desenfrenado y tacha el abuso de los recursos naturales como algo que no es sostenible ni moral. Para luchar contra este modelo que está diezmando la naturaleza, resalta la necesidad de cambiar de mentalidad y adoptar un estilo de vida más sencillo, sobrio y natural. Algo que el mercado y la crisis económica actual, están potenciando por la vía rápida. Un mensaje acertado en su contenido, no por incómodo, menos cierto.
Con este mensaje de Año Nuevo, Benedicto XVI incide en un tema que desarrolla con su habitual maestría en su última encíclica: “Caritas in veritate”, donde sostiene que la defensa de la naturaleza, la paz y el ser humano están profundamente unidas, y que defender estos tres conceptos vitales resulta más fácil y con una comprensión más profunda si se cree en Dios.
El Papa transmitió otra idea fundamental, que nuestras sociedades avanzadas tienden a relegar con enorme facilidad: “El valor del respeto para todas las personas debe ser enseñado desde temprana edad”. Un respeto que en algunos países que marginan estos temas, brilla por su ausencia, primando otros aspectos que no son ni de lejos tan importantes. Destacó que aunque es habitual que en las aulas hay niños de diferentes orígenes, señaló que «sus rostros son una profecía sobe el tipo de humanidad que estamos llamados a crear, una familia de familias y de pueblos«. No tenemos más que ver el comportamiento de los niños y niñas actuales para saber el tipo de sociedad que nos espera en el futuro. En algunos países como para echarse a temblar.
Benedicto XVI concluye su mensaje con una idea básica: “Cuanto más estamos habitados por Dios, más sensibles somos a su presencia en cuanto nos rodea”. Hacer realidad este mensaje depende de cada uno de nosotros. Llámelo Dios, concienciación, conocimiento, responsabilidad, o como quiera, pero el objetivo de ser conscientes de la trascendencia de la naturaleza, la paz, y el ser humano, son irrenunciables y metas a las que debemos aspirar. Benedicto XVI nos lo ha recordado al ligar la actual crisis con una evidente crisis moral, de la que se habla menos, o no se habla, y que nos obliga a adoptar un modo de vida más sencillo y solidario, y a salvaguardar los recursos naturales de los a veces ciegos intereses económicos, el abuso indiscriminado de sociedades e individuos egoístas, o la falta de proyectos políticos de elevados ideales.
Los comportamientos de cada uno de nosotros, los estilos de vida y modelos de consumo sí importan, y están directamente relacionados con el deterioro medioambiental, social, y del ser humano como tal. Comportamientos insostenibles de los que todos somos responsables individualmente, una responsabilidad que no conoce fronteras cuando se trata de la protección de la naturaleza y del ser humano.
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